Recientemente he hablado con una estudiante rusa. Me interesaba mucho su percepción sobre lo que está ocurriendo en Ucrania. Afortunadamente, mi estudiante es inteligente y sabe que en su país, el gobierno está “infoxicando” a la población usando la propaganda.
Como he dicho, mi alumna es inteligente. Y, sobre todo, ha viajado. Ha venido a España y ha vivido aquí un tiempo. Y también ha estado en Estados Unidos. Tiene una mentalidad abierta, quizá también gracias precisamente a que ha viajado.
Pero ella no ha sido solo una turista que ha venido a España a ver monumentos. Ha venido a estudiar en la universidad, y cuando estuvo en Estados Unidos, trabajó un tiempo allí. Por supuesto, si quieres hacer todas estas cosas es necesario saber el idioma. Y es que mi estudiante se ha molestado por querer saber.
“Saber”. Qué palabra tan bonita y cuántas guerras ha causado en el mundo. No en vano, por “saber”, el Altísimo expulsó a Adán y a Eva del Paraíso. Si estudiamos la etimología de “Lucifer”, sabemos que significa “el que lleva la luz”: “lux” (luz) y “ferre” (llevar). La luz ha tenido ancestralmente un valor simbólico asociado al conocimiento. Sabemos también que al dios del Antiguo Testamento no le gustaba que nadie en el mundo supiera más que él. De ahí el castigo divino y la condena eterna al ser humano.
Mi estudiante me contó que los planes de estudio en Rusia no contemplan mucho el aprendizaje lenguas. Reflexionamos durante la lección que esto probablemente obedecía al deseo de su presidente de que la sociedad no pudiera ver ni entender los medios de comunicación de otros países. Obviamente esto ha dado un resultado magnífico en su país.
Pero mi alumna, que sí “lleva el conocimiento”, sabe y puede ver la BBC o El País . Qué suerte la suya, o qué desgracia, porque en su caso se hace verdad el título del libro de Richard Matheson, “Soy leyenda”, ("I am legend"). Esta obra habla de un humano que se queda solo entre una “humanidad” de monstruos. Esto lleva al lector a preguntarse, ¿quién es el monstruo entonces? Menos mal que en Rusia hay más personas como mi alumna que comparten valores como la solidaridad o la aceptación del distinto. Muchos de ellos saben idiomas.
Como he dicho en algunos de mis artículos, aprender una lengua no es solo saber la gramática o el vocabulario. Es también interesarte por la cultura, por las tradiciones, por la literatura, por el cine… Es lo que te lleva a que un día pienses: “Quiero ir a X país para practicar lo que he aprendido en clase”. Y qué ilusión nos hace cuando vemos que el idioma que hemos aprendido existe de verdad en el país al que vas, y que cuando hablas te entienden.
Ya solo eso significa que has ganado. No solo a la hora de usar bien una determinada construcción gramatical. Sino también en saber que hay dictadores que quieren que no “sepamos”. Pero, como mi estudiante, muchos otros estudiantes del mundo, y por supuesto de Rusia, ya saben que hay otro mundo al otro lado del muro.
Si no quieres quedarte aislado, aprende un idioma. Yo te vendo el español, claro. Pero si no te gusta, aprende cualquier otro.
Y abre tu mente.
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