Seguro que has oído hablar muchas veces de métodos de aprendizaje de idiomas basados casi únicamente en la conversación. Se presentan con títulos como: “Aprende inglés como aprendiste tu lengua materna”. Ya sea para aprender inglés, bengalí o la lengua que se ponga delante.
Esto es rotundamente falso. Y me atrevo a decirlo así de categóricamente porque los métodos milagrosos para hablar una lengua desde el primer minuto no existen. Puede ser verdad que sean métodos dirigidos a la comunicación, pero en ese barco estamos todos, y en ese caso, ¡bienvenidos a la enseñanza de lenguas del siglo XXI!
Por mi formación como profesora especialista en la enseñanza de español, sé de buena tinta que lo que existe es el trabajo y la constancia. Ambas cosas son imprescindibles si quieres aprender un idioma. Te aseguro que quien pretenda tener una conversación con un nativo en la primera semana se va a frustrar.
Hablar una lengua con fluidez y con un cierto grado de espontaneidad es el resultado de tiempo de trabajo y práctica. Suena un poco desalentador, pero todo aprendizaje conlleva un esfuerzo. Y creo que esto hay que remarcarlo, ya que vivimos en los tiempos de la inmediatez y de los deseos cumplidos fácilmente. Es importante saber, para no llevarnos disgustos, que aprender cualquier idioma implica un gasto de tiempo y, en muchos casos, de dinero importante. Se trata de un camino a largo plazo, lleno de avances y también, claro, de retrocesos.
Así que, no caigas en las redes del márketing más deshonesto, y no creas estos mensajes que te presentan un mundo lleno de metas conseguidas con poco trabajo. Si te adentras en una nueva lengua, conciénciate del tiempo y el dinero que le vas a dedicar. Esto no tiene por qué ser malo. Puedes verlo como una inversión en ti. Es bueno pensar que toda meta alcanzada con el sudor de tu frente siempre va a dejar una sensación de satisfacción mayor que aquellas que nos han costado poco.