Otra de las guerras que solemos librar con los idiomas es la de no ver en la práctica real los avances que hemos aprendido. ¿Por qué si he estudiado mil veces la estructura “cuando + presente de subjuntivo” sigo diciendo “cuando + futuro simple” en las conversaciones? Esto suele llenarnos de frustración y hacernos ver que no sirve de nada lo que estudiamos.
Pero es importante saber que cuando se aprende una lengua, no sólo vale interiorizar las construcciones gramaticales o el vocabulario, también es muy recomendable conocer las fases del aprendizaje.
Y para eso están los profesores.
Un buen profesor/tutor, además de tener conocimientos profundos del idioma y de saber enseñarlos, también debería saber transmitir a sus alumnos cómo son los ritmos del aprendizaje para que estos no se sorprendan si no ven los avances que están esperando.
Normalmente, cuando aprendemos una nueva construcción, se sigue el siguiente proceso:
1) Aprendizaje formal del nuevo concepto a través de ejercicios estructurales, es decir, las típicas actividades de huecos o similares.
2) Práctica de esa nueva estructura con ejercicios más libres, donde el estudiante tiene que pensar un poco más, ya que el ejercicio no está tan controlado.
3) Práctica con otras competencias: por ejemplo, utilizar esa nueva construcción en lecturas o en audios para que el estudiante tenga que hacer un ejercicio de identificación.
4) Plantear actividades orales, para que el alumno tenga que hacer un ejercicio mental más rápido, ya que en las prácticas orales no hay tanto tiempo para reflexionar.
Una vez completo este proceso (que puede llevar semanas), el estudiante probablemente será capaz de identificar en las conversaciones de la vida real ese nuevo concepto que ha aprendido. Pero eso no quiere decir que todavía pueda usarlo de manera espontánea.
La última fase es la de producción fluida o espontánea y, por supuesto, es la última y, como ves, suele llegar después de un largo proceso de trabajo.
Ahora ya sabes que cuando no vemos resultados rápidos es porque, como decimos en español, “las cosas de palacio, van despacio”. Es decir, el aprendizaje sigue su propio camino y no es tan rápido como querríamos, pero, en muchas ocasiones, es mejor la fórmula de más lento, pero más seguro.
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